Post coitum omne animal triste. -Anónimo, latín postclásico

Thursday, February 02, 2006

La bilis negra

La hora del lobo
Federico Campbell


La bilis negra


Del griego melankholía,
compuesto con “melas”,
negro, y “kholé”, bilis.

—María Moliner, Diccionario
de uso del español.


Parece un despropósito que se dedique toda una exposición a algo tan etéreo, tan invisible y tan aparentemente abstracto como la melancolía. Si eso ha sido posible en el Grand Palais de París, abierto al público nuevamente luego de muchos años de restauración, también podría pensarse que una exposición sobre el alma no sería impensable.
Melancolía: Genio y locura en Occidente se exhibió en París hasta el pasado 16 de noviembre y ahora se presenta en la Nationalgalerie de Berlín. Su comisario, Jean Clair, exdirector por otra parte del Museo Picasso parisino, afirma que es imposible trabajar sobre ese tema sin una profunda empatía personal. De hecho, la preparación de la muestra le tomó diez años y su caso refrenda el de prácticamente todos aquellos que se han dedicado a escribir, reflexionar, pintar, recitar, sobre el tema de la melancolía: que por ser de temperamento melancólico se aficionan intelectual o artísticamente al tema para dejar de sufrir o al menos encontrar una cierta consolación.
Más del lado del arte que de la psiquiatría, el museógrafo piensa que la melancolía, bajo nombres distintos, aparece ligada a la creación artística desde los tiempos de Aristóteles, que se preguntaba: ¿Por qué todos los hombres excepcionales en el campo de la poesía, la filosofía y la escultura, son manifiestamente melancólicos? Dice Jean Clair que no hay que ver en la melancolía sólo su lado depresivo, como sucede en la connotación que la palabra tiene tanto en español como en francés e italiano, pues en inglés y alemán admite la alternancia con estados de hiperactividad y exaltación.
Como es de imaginarse, en una exposición sobre la melancolía hay que representarla plásticamente. Para ello Jean Clair escogió trescientas obras para ir tendiendo la historia de la melancolía a través del proceso creador. Y se inclinó por el arte figurativo. Y así aparecen óleos y grabados de Goya, de Durero, de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel (que eran muy depresivos), y Jerónimo Bosch (La tentación de San Antonio, 1510) hasta llegar a Otto Dix y su Mélancolie de 1930, en la que se alude al paso irreversible del tiempo. Destaca por otra parte la escultura de Anselm Kiefer, Melencholia, de 1989: un avión de plomo y de chorro, de los que mandó construir Hitler en sus últimos momentos, un bombardero que lleva en una de sus alas el conocido poliedro de Durero atiborrado de papeles absurdos.
Si no optó por las obras de corriente abstracta fue porque Jean Clair cree que hay que volver al arte considerado como un reflejo de la historia de las ideas y de las mentalidades, como un vehículo de múltiples y distintas culturas.
Pero no sólo en imágenes es elocuente e ilustrativa le exposición del Grand Palais. También en sus textos, distribuidos aquí y allá en cédulas, folletos y catálogos. De las varias ideas que a lo largo de la historia se han tenido sobre la melancolía destacan las clásicas, la que atribuye, por ejemplo, a los más antiguos galenos —como Hipócrates— la consideración de los humores como causa inmediata y directa del malestar melancólico o bien ese malestar del alma que se manifiesta aparentemente sin razón alguna. De un momento a otro. De la noche a la mañana.
Claro que la melancolía vendría siendo en su dimensión psicopatológica lo que en tiempos modernos se reconoce como depresión, es decir, la melancolía como enfermedad originada en ciertas descompensaciones bioquímicas del cerebro. Pero la melancolía a secas, así como se ha entendido “literariamente”, sería una profunda y suave tristeza, la misma que descubre el hombre primitivo cuando constata que está solo en el universo.
La expresión de la melancolía cambia con las épocas y podría decirse que nació con la humanidad misma. Ha habido una historia de las ideas que los hombres se han ido haciendo de la melancolía de la misma manera —como pensaba Michel Foucault— que hay una historia de la locura.
El hombre de las cavernas, o el primate, se vuelve hombre cuando toma conciencia de sí mismo, de su misterio y de su fragilidad.
La antigüedad conoció y cultivó el taedium vitae, la fatiga de vivir, y llamó la atención de los médicos que, como decíamos, la relacionaban con un exceso de bilis negra. Para Georges Minois, autor de Histoire du mal de vivre. De la mélancolie à la depression, el hombre cuenta con el triste privilegio des saber que va a envejecer y a morir, y eso en nada lo regocija, dígase lo que se diga. De hecho, el hombre contemporáneo acumula todas las frustraciones de Tántalo y de Narciso. Y ve que no hay salida. Mientras se inventa una religión para sobrellevar la vida, y su inexplicabilidad, asume de manera estoica su condición perecedera y melancólica.
Taedium triste, acedia, tristeza, tiricia o ictericia, tedio, inquietud, angustia, desesperanza, hipocondría, desencanto, ansiedad, depresión, “mal de vivre”, malestar existencial, la melancolía parece una actitud filosófica más que una enfermedad incurable. Porque en el fondo el ser humano sabe que nunca habrá de dirimirse el misterio, que nunca sabrá del todo qué y quién es ni qué ha venido a hacer en este mundo. Se irá con la duda a la tumba.

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