Post coitum omne animal triste. -Anónimo, latín postclásico

Saturday, February 04, 2006

El Chino Araiza

El intelectual anónimo



¿Cómo no va a ser difícil de clasificar si es el único que está suscrito a The New York Review of Books en todo el desierto de Altar?
La vida y la muerte de Héctor Araiza Quintero el año pasado en Mazatlán, a consecuencia de una septisemia (no se curó una infección de muela por su repudio a los médicos), me indujo a pensar una vez más en ciertos hombres o mujeres que de haber publicado un libro o pintado un cuadro o escrito una partitura hubieran entrado sin dificultad al catálogo de la cultura mexicana.
Y no es común este tipo de personaje. No abunda, pero existe: es el poeta que nunca se atrevió a publicar y que de pronto te muestra unas líneas superiores a las de más de un poeta conocidísimo. He tenido largas conversaciones con ARV, por ejemplo, y la verdad es que a nadie, a ningún académico, he escuchado en mi vida hablar con tanta originalidad (en el café, en su casa) de Thomas Mann o de Marcel Proust. Las siglas son de Arturo Rosenblueth Vieyra, por qué no decirlo, que me remite de inmediato a Nacho Vallarta y su recitación, en una noche del Paseo de la Reforma, de la Tierra baldía de T. S. Eliot en inglés y de memoria. A Rafael Alcérreca también le alcancé a escuchar largas y muy sabias conversaciones sobre Tayerand de Chardin o Michel de Certeau.
Había oído hablar tanto del Chino Araiza que una vez, luego de estar haciendo un reportaje en Cananea, me fui a buscarlo a El Altar, entre Santa Ana y Pitiquito. Bastó soltar su nombre en la primera calle para que me dijeran dónde vivía. Y lo vi por primera vez: un hombre de cuarenta y tantos años, con camisa de manga larga que le permitía, sobre el brazo derecho, ocultarse la mano que se desgarró desde los trece años al caerse de un árbol. La “garra”, le decía, con su humor cáustico y su desenfado. Estaba dando clases de geobotánica en la Escuela de Ciencias del Mar en Mazatlán desde hacía muchos años y pasaba entonces, cuando lo conocí, unas vacaciones con su madre en El Altar. La señora había estado ciega temporalmente —más de diez años— por unas cataratas y me decía que cuando recuperó la luz ya no reconocía a su hijo, al que había fijado con otro rostro.
Una tortuga atravesó de repente por en medio de la sala, como del tamaño de una sandía. ¿Qué hacía allí tan lejos del mar?
—Son tortugas del desierto —me explicó el Chino (le decían así por el pelo, no por los ojos). Y me soltó una conferencia sobre la zoología del desierto de Altar. Era biólogo. Había aprendido inglés él solo (me parece que hizo un curso en Canadá) y en esa lengua leía al difícil William Faulkner. Fundó la preparatoria de Navojoa en los años 70, en una época de gran inquietud política y de esperanza socialista.
Recorrimos las afueras del Altar cuando bajó un poco el calor y me contaba, como un geólogo, la composición del terreno.
—Allá, para allá está el sur, es donde se desarrolló la cultura de Trincheras —me decía—. La investigación arqueológica nos ha hecho ver la cultura que conoce su esplendor entre el 900 y el 1200 D.C., con centros como Trincheras en Sonora, Snaketown en Arizona, Paquimé en Chihuahua y Anasazi en Nuevo México. Cuando llegaron los españoles esta civilización ya estaba en decadencia, pero quedan multitud de rancherías. El Atar se fundó hacia 1775 como presidio, fuerte, en la lucha contra los apaches y el descubrimiento de oro en California trae un nuevo auge entre 1850 y 1909.
Conocía también, a la perfección, la vida de Joaquín Murrieta, el luchador chinaco, a quien los gringos le cortan la cabeza hacia 1848. Una leyenda regional.
El placer de la conversación no sabía de tiempos ni de temas fijos. Entre una plática y otra me contaba que frecuentemente llegaban al Altar gambusinos de las afueras que se ponían a lavar con sus bandejas las tierras amarillentas de las calles. ¿Por qué? ¿Para qué?
—Es que a un presidente municipal se le ocurrió recubrir las calles del pueblo con tierra traída de los ríos, de Oquitoa, de Tubutama, la arenilla de la que estos señores iban sacando pepitas de oro.
No escribió. No dejó constancia escrita de sus clases ni de sus conferencias. Y todo mundo lo extraña en Mazatlán. Jorge Gastélum y Humberto Sotelo le dedicaron dos ensayos en la revista Textos, que se edita en Culiacán.
El Chino estaba suscrito a todas las revistas científicas, en francés, en italiano, en inglés. Estudió en la escuela de Ciencias Biológicas del Poli. “Fue el primero a quien le oí hablar de la deriva continental y de la tectónica de placas como explicación de la distribución de los seres vivos sobre la Tierra. También fue el primero a quien escuché arriesgar predicciones sobre el calentamiento del planeta y acerca del agujero de la capa de ozono, uno y otro fenómenos hoy en observación”, dice Jorge Gastélum.
A los trece años se cayó del árbol. El doctor Mondragón, cuya dipsomanía explicaría años después su negligencia, le enyesó el brazo al Chino.
—Pero me duele —le decía a su papá, compañero de parranda del doctor Mondragón—. Mira, no se me estiran los dedos.
—No sea marica —le contestaba el padre—. Pareces niña. Así déjate.
Y se le fue formando una necropsia debajo de la venda escayolada. La mano derecha, que se ocultaba con la camisa a cuadros, le quedó como la “garra” que siempre, a lo largo de toda la vida, le iba a restar autoestima. Desde entonces cultivó un enorme odio a los médicos. Por eso no quiso a ver a ninguno cuando se le infectó la muela. Más de cuarenta y tres años después su caída del árbol completó su ciclo.

1 Comments:

Blogger Carlos Roberto leal Escalante said...

Unas palabras para recordar al "Chino Araiza", tal y como lo conocimos (en mi caso en los años 70´s), quienes de alguna manera fuimos distinguidos con su amistad. Concimos una persona extraordinaria, un verdadero enamorado de la Filosofia y de la Ciencia, en particular de las Ciencias Biológicas, experto de la Ecológia, estudioso del tema de la evolución, gran admirador de G. Simpson, Stevens y T. Dobchamsky,Francis Jacob, Andre Lwgof, del Origen de la Vida en la tierra y A.I. Oparin, pero sobre todo un gran enamorado de la vida, con enorme capacidad para honrar el valor llamado amistad. Un Visionario del mundo actual...

5:39 PM

 

Post a Comment

<< Home