Post coitum omne animal triste. -Anónimo, latín postclásico

Tuesday, February 14, 2006

La fiesta de las letras

Es probable que no haya una actividad tan celebrada como la del escritor. Se le hacen homenajes. Se le dan premios. Conoce la gloria aquí en la Tierra. Porque cada uno de sus libros es celebrado como el nacimiento de una criatura perdurable y no tan efímera y perecedera como la humana.
No sucede lo mismo en el ejercicio de otros oficios. Es muy probable que el más notable de los neurocirujanos, que salva una o dos vidas a la semana, no conozca en toda su vida ese cúmulo de celebraciones de que puede ser objeto un escritor. Es bastante improbable que el anónimo neurocirujano hable a la sección cultural o científica de los periódicos para pedirles que le vengan a hacer una entrevista puesto que tan solo en lo que va del mes ha salvado cinco vidas. No sabría hacerlo o le daría pena, a diferencia del artista que anda de autopromoción y se convierte en su propio agente. ¿Por qué? Porque hay que cacarear el huevo. Porque hasta Dios necesita de los campanarios.
Pero todo esto tiene su lógica: la del escritor es una actividad de interés colectivo y su importancia no puede medirse por su utilidad social. Es obvio que un piloto de jumbo jet o un ingeniero especialista en resistencia de materiales (para que los edificios no se caigan) justifica más su razón de ser en este mundo. De la inutilidad del arte se sabe desde hace muchos filósofos. Y lo que pasa es que los productos del escritor reflejan, o al menos intentan reflejar, el alma colectiva y su fiesta es de todos; es la fiesta de la tribu, como se ha estado viendo a lo largo de una semana durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que hoy por hoy es en el mundo la más importante en lengua española.
Este año estuvo dedicada a la cultura catalana y
—aparte del concierto de Lluis Llac y la presentación de autores como Enrique Vila-Matas, Albert Sánchez Piñol, y James Ellroy— lo que le dio un carácter muy particular es que Cataluña es sin duda alguna la capital editorial del libro en español. Por ello convergieron en Guadalajara prácticamente todos los editores de Latinoamérica y de España, en una gran fiesta literaria. En un homenaje al editor y escritor italiano Roberto Calasso, a quien se le otorgó el Premio al Mérito Editorial por su labor en la casa Adelphi de Milán, no pocos editores hablaron de sus rivalidades y competencias, e incluso de la envidia como acicate que, como a todos los seres humanos, suele poseerlos antes del amanecer, a la hora del lobo. Beatriz de Moura, cabeza y corazón de editorial Tusquets (que por cierto anunció el Premio Tusquets de novela para otorgarse en Guadalajara el año que entra), dijo, al celebrar a Calasso, que la de los editores es "una tribu muy especial y caprichosa, la única en que el sentimiento de envidia es tan positivo como productivo y en la que los mayores rivales son a la vez cómplices".
A lo largo de tres días, de lunes a miércoles, lo que se puede apreciar es la intensidad de los encuentros, las conversaciones entre un pabellón y otro, el intercambio de obras, las relaciones nuevas o reconfirmadas entre autores y editores.
Por eso en esta fiesta el entusiasmo de los lectores en su encuentro con novelistas y poetas de cuerpo presente —allí enfrente de ellos, de carne y hueso— es el que propicia las experiencias más interesantes.
Son tantas las presentaciones de libros y las comparecencias de autores en persona que muy frecuentemente el espectador tiene que sacrificar una sesión por otra. O asiste al diálogo entre Paco Ignacio Taibo II y James Ellroy, el autor de La dalia negra y L.A. Confidential, o bien se suma a la centena de lectores que están escuchando a Élmer Mendoza cuando habla de su más reciente novela medio escrita en español sinaloense y un tanto narcotraficosa transnacional por lo que tiene de acción en Argentina y en España: Efecto tequila.
James Ellroy parece negro pero no lo es. Tampoco es muy blanco. Y se apersona en la sala de conferencias con traje de pista y campo, como si acabara de estar trotando por el parque. Es un estupendo narrador de historias criminales y recrea la ciudad de Los Ángeles en los años 50, único periodo que le apasiona de la historia de su país. No hace migas con intelectuales y se relaciona mucho con policías en sus horas de asueto. Dice que no lee los periódicos ni ve los noticieros de la televisión. Su mensaje es: hay que huir de los medios como de la peste. De otra manera no puede aislarse y trabajar, aparte de que lee sólo libros de ficción para mantener viva su fantasía. No es un hombre de ideas ni de teorías, o al menos así lo pretende. Habla, por ejemplo, de Tijuana sin trascender el estereotipo acuñado sobre esta ciudad que para algunos es la Nueva York del Noroeste.

El cártel de Barcelona

Enrique Vila-Matas merecería un artículo completo y exclusivo. Fue la gran personalidad literaria de la feria. Un hombre serio, de un sentido del humor (literario) absolutamente original y en cierto modo kafkiano.
Por lo demás, en otras presentaciones y en esta algarabía, se volvió a constatar que el escritor mexicano —y en general el latinoamericano— sigue esperando, necesitando y buscando la bendición de Europa: la aprobación editorial de la madre España para completarse como escritor. La legitimación literaria se consigue ahora en Barcelona, como antes en París. Por eso mientras el escritor de este lado no publica en España siente que no es.

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