Post coitum omne animal triste. -Anónimo, latín postclásico

Tuesday, February 14, 2006

La utopía literaria

Todo lo que no sea literatura
me aburre, y lo odio, porque
me molesta o me retiene, aunque
sólo sea aparentemente.

—Franz Kafka,
Diarios

Que la literatura puede ser en la práctica un sucedáneo de la religión y de la filosofía no presenta ningún problema y resulta muy verosímil en el caso de Jorge Luis Borges y, sobre todo, en el de Franz Kafka, a quien nada de este mundo le interesaba que no fuera literatura. Sin embargo, para el filósofo norteamericano Richard Rorty (nacido en Nueva York en 1931) la cultura literaria ocupa en nuestro tiempo —para cualquier persona— un lugar tan pleno y significativo como el que antes el ser humano concedía a la ciencia y al mundo de la fe o de las ideas sistematizadas. Es decir: la literatura como weltanchau, como concepción del mundo. Como voluntad y representación del mundo y de la vida.
Lo que también quería decir Kafka es que no tenía paciencia para la vida en familia:
"Carezco del más mínimo interés por la vida familiar; a lo sumo me puede interesar como espectador. Siento una total indiferencia por mis parientes, y considero las visitas verdaderos ataques a mi persona."
En sus escritos Rorty se ha referido a los comportamientos que tienen que ver con la convivencia civil, el respeto, la tolerancia y los derechos humanos. Pero en un ciclo de conferencias que sostuvo en la universidad de Standford en noviembre de 2000, el filósofo pragmatista anunciaba la declinación de la "verdad redentora" y al advenimiento de una cultura literaria.
"El progreso intelectual en Occidente, del Renacimiento a nuestros días, se ha ido desarrollando a través de tres fases fundamentales, en las que los intelectuales han buscando sus respuestas primero en Dios, después en la filosofía y ahora en la literatura."
El razonamiento de Rorty, como es propio de su oficio, abunda en circunloquios de metodología filosófica, pero no por ello deja de ser comprensible para el lector no entrenado en esa disciplina que indaga el qué y por qué de las cosas.
Ampliar los límites de la imaginación humana es un fin que muy bien puede sustituir al de "la obediencia a una voluntad divina" dentro de una cultura religiosa o al de la "búsqueda de lo que realmente es real" en una cultura filosófica, y además es menos peligroso. La literatura procede con verdades más humildes, no definitivas.
Para ilustrar la utopía que imagina, Rorty invita a releer el ensayo de Oscar Wilde El alma del hombre en el socialismo, en el que se afirma que el objetivo de una sociedad global justa consiste en permitir que "las personas tengan condiciones de vivir la vida que prefieran", siempre y cuando esto no menoscabe "la oportunidad de que los demás puedan hacer lo mismo". En este mundo ideal no será necesario ponerse de acuerdo sobre "el significado de la vida" o sobre si "la vida vale o no vale la pena de ser vivida" para crear las condiciones que permitan a todos vivir sus convicciones morales. Sin embargo, una cultura literaria no será por lo demás la única viable ni la dominante, simplemente porque no habrá lugar para ninguna cultura dominante.
En la cultura literaria la religión y la filosofía aparecen como géneros literarios (como ya sugería Borges: la religión como variante de la literatura fantástica) y, como tales, son optativas. Si los intelectuales de las culturas precedentes preferían sumergirse en la lectura de obras edificantes o de tratados filosóficos, las obras más leídas por los miembros de la cultura literaria pertenecen más bien a otros géneros: la novela, la poesía o el teatro. Pero esta preferencia no obedece a ningún juicio de valor sino más bien al hecho de que los intelectuales literarios aspiran a una verdad más profunda o más sutil en el campo de la narrativa, la lírica o la comedia, a pesar de que no pocas veces buscan inspiración en las obras del pasado, de la filosofía o de las obras de carácter religioso.
La utopía literaria de Richard Rorty puede entenderse, pues, según la connotación que da a las nociones de "literatura" y de "cultura literaria". Una cultura que ha sustituido la religión y la filosofía encuentra su redención al relacionarse con otros seres humanos, y no necesariamente de manera directa. En esta relación pueden intervenir como intermediarios artefactos como libros y edificios, pinturas y canciones, que sugieren otras posibilidades de ser humano, puesto que la redención puede también venir de la relación de uno con algo que no es sólo otra creación humana.
Kierkegaard tuvo razón al decir que la filosofía empezó a establecerse como rival de la religión cuando Sócrates sugirió que el conocimiento de uno mismo era un conocimiento de Dios, que no teníamos necesidad de ayuda de otra persona porque la verdad ya estaba en nosotros. Pero la literatura empezó a posicionarse como alternativa a la filosofía cuando escritores como Miguel de Cervantes y Shakespeare empezaron a sospechar que los seres humanos son tan diversos entre sí que resulta absurdo suponer que todos llevan en sí la misma verdad.
Y así uno de tantos escritores de nuestro tiempo llegó a entender su propia verdad cuando le preguntaron en qué creía.
Yo no creo en nada, dijo. No tengo ninguna ideología política, no estoy en ningún partido, no tengo ninguna religión y más que ateo soy agnóstico porque tampoco puedo afirmar que Dios no existe. Yo en lo único que creo es en la literatura. Y en la muerte. Eso es lo único que existe: la muerte y la literatura. Creo en Chéjov, en Proust, en Cervantes, en Borges, en Kafka y en Albert Camus, y converso con esos mis muertos cada vez que puedo. En ellos sí creo.
Por otra parte, el concepto de “literatosis”, puesto en circulación por el novelista uruguayo Juan Carlos Onetti, consiste en una suerte de enfermedad en la que caen muchos escritores o adictos a la literatura: se trata de un padecimiento consistente en convertir la literatura en nuestra propia religión, en nuestro martirio y en nuestro absolutimsmo, y en la tendencia a preferir como lecturas las de autores “más obviamente literarios”, y convirtiendo el oficio de escribir en un destino propio.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home