Post coitum omne animal triste. -Anónimo, latín postclásico

Tuesday, February 14, 2006

Una confusión cotidiana

Si la literatura es una insinuación, algo apenas dicho y entrevisto, por eso mismo y para muchos lectores las obras de Franz Kafka resultan demasiado herméticas e indescifrables. Como si Kafka fuera demasiado reticente, una voz que apenas balbucea y sólo dice a medias las cosas para que el lector las complete.
Pero la verdad es que la insinuación kafkiana ha llegado a ser tan bien asimilada en la vida cotidiana que, por poco que se le haya leído, el lector más tímido alcanza a entender que el individuo aislado e inerme ante el universo en muchos sentidos se identifica con Joseph K., el personaje de El proceso.
La condición kafkiana sería ésa: la impotencia ante el Estado, el extravío en el laberinto de todos los poderes, la imposibilidad de entender el sentido de nuestras vidas y qué es lo que en última instancia vinimos a hacer en este mundo.
Como muchos profesionales de la literatura narrativa, no menos que los que escriben historias para niños, Franz Kafka se sirve de la exageración. Todo lo agrada y exagera y lo distorsiona a partir de la realidad. Con la figura de su padre hizo lo mismo que con todas las circunstancias de su vida: amplificar el papel que jugó en su vida y transformar el recuerdo infantil que tenía de él para pergeñar innumerables páginas literarias. O, como dice Jordi Llovet en su antología de los cuentos de Kafka que tienen que ver con el padre: "Pocos elementos del entorno biográfico de Kafka tuvieron tanto rendimiento literario como el que alcanzó la persona —hecha símbolo— de su padre biológico".
Si uno sigue frecuentando los cuentos de Kafka a lo largo de la vida cada vez los entenderá mejor y si de pronto se topa con una "Carta al padre" en la que el hijo se enfrenta con su progenitor, más adelante irá relacionando esta carta con muchos de las primeras narraciones del joven Franz, como "La condena", en la que ante la intolerancia y la tozudez del padre el hijo termina por echarse al río. Esta relación con el padre, que no es ningún fantasma sino dolorosamente un ser humano pertinaz y concreto, está cuidadosamente marcada en "La metamorfosis", aquella novela breve en la que Gregorio Samsa amanece convertido en un monstruoso bicho.
Por cierto que ahora "La metamorfosis" ya no se llama así. La nueva revisión crítica de todas las traducciones de Kafka ha establecido que ese cuento debe titularse "La transformación". La novela que en su momento conocimos como "América" ahora se titula "El desaparecido". Kafka no quería que se le viera demasiado la intención literaria. Si hubiera querido, pudo haber titulado este relato largo con la palabra "metamorfosis" porque es una palabra que está en el repertorio (en el diccionario) de la lengua alemana.
Sin embargo, y a pesar de las nuevas y muy autorizadas traducciones del peruano Juan José del Solar, uno se pregunta si en realidad no ha sido otro Kafka el que uno conocía o había leído en lengua española.
Pero a lo que vamos: ¿Qué es lo kafkiano, en esencia? Mucha gente utiliza el adjetivo sin saber exactamente qué quiere decir, acaso porque también es cierto que no es indispensable haber leído a Kafka para intuir que lo kafkiano se refiere a algo angustioso, confuso, laberíntico, como la situación de impotencia y parálisis que caracteriza a K, el personaje de El castillo.
Sin embargo, lo kafkiano por antonomasia se encuentra en un cuento: "Una confusión cotidiana". Es el relato de un desencuentro. Un hombre va en busca de otro y no lo encuentra. Cuando llega a un cierto punto, le dicen que el sujeto de su búsqueda se acaba de ir.
"Un suceso cotidiano: soportarlo, un heroísmo cotidiano. A está a punto de hacer un negocio importante con B, que vive en H. A se dirige a H para tratar los asuntos previos, y recorre el camino de ida y vuelta en diez minutos respectivamente; al llegar a casa, alardea de tan singular rapidez. Al día siguiente se dirige de nuevo a H para cerrar definitivamente el acuerdo. Sabiendo que la negociación durará previsiblemente varias horas, A sale de su casa a primera hora de la mañana. Sin embargo, a pesar de que todas las circunstancias, al manos desde el punto de vista de A, son idénticas a las del día anterior, esta vez tarda diez horas en recorrer el camino. Por la tarde, al llegar fatigado a H, le dicen que B, molesto por su ausencia, ha ido a buscarlo él mismo a su pueblo, y deberían haberse cruzado por el camino. La recomiendan que espere. Pero A, temiendo por el negocio, se pone en marcha de inmediato y se dirige apresuradamente hacia su casa. Esta vez recorre el camino en un instante, sin prestarle mucha atención. Una vez en casa, le comunican que B ya ha venido a primera hora de la mañana, justo al salir A, y que incluso se han cruzado en la puerta de la casa, donde B le ha recordado el negocio que tenían pendiente, pero A le ha dicho que no tenía tiempo, que tenía que salir a toda prisa. A pesar de ese comportamiento incomprensible de A, B ha preferido quedarse allí para esperarle. Aunque ha preguntado varias veces si A ya había llegado, todavía se encuentra arriba, en la habitación de A. Contento de poder hablar pese a todos con B, y explicarle lo sucedido, A echa a correr por las escaleras. Cuando está a punto de llegar arriba, tropieza, sufre un esguince y, casi desmayándose de dolor, incapaz incluso de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye cómo B —no sabe si desde muy lejos o justo a su lado— baja la escalera enfurecido, a pisotones, y desaparece definitivamente."

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